El radiador es una de las piezas más fundamentales del sistema de refrigeración del motor. Su función principal es disipar el calor generado por el motor durante la combustión, regulando su temperatura y evitando el sobrecalentamiento que podría causar daños severos a componentes internos como la culata, los pistones o el bloque del motor.
 
Este componente trabaja en conjunto con el termostato, la bomba de agua, los sensores de temperatura y el ventilador para mantener la temperatura del refrigerante en rangos seguros (usualmente entre 85 °C y 105 °C). El líquido refrigerante caliente es enviado al radiador, donde circula a través de un conjunto de tubos y aletas metálicas que disipan el calor con la ayuda del flujo de aire que entra desde el exterior o es forzado por el ventilador del sistema.
 
Un radiador en buen estado asegura que el motor funcione de manera eficiente, reduce el desgaste de los componentes y mejora el rendimiento del vehículo. Existen diversos tipos de radiadores según el vehículo y el tipo de motor: de aluminio con núcleo de cobre, totalmente en aluminio, de plástico y aluminio, o con refuerzos especiales para vehículos de trabajo pesado, deportivos o de carga.
 
Los radiadores modernos cuentan con depósitos de expansión integrados, sensores de temperatura, y conexiones específicas para sensores o retorno de fluido, lo que hace indispensable utilizar uno que sea exactamente compatible con el modelo de motor.